Del Ideal a la Acción:
Consideraciones Políticas y Estratégicas para Transformar la Causa Estadista en un Verdadero Movimiento de Derechos Civiles
Es un gran placer poder estar con ustedes en la tarde de hoy para hablar de nuestro ideal y para explorar junto a ustedes las maneras y estrategias que podemos implantar en el presente para adelantarlo y alcanzarlo pronto… no en décadas… sino, en unos años, ¡pronto!; de manera que los 3.5 millones de ciudadanos de nuestra isla puedan de una vez y por todas tener la plenitud de derechos que les garantiza la constitución de nuestra gran nación americana.
Primero que nada, quiero agradecer la muy cordial invitación del Dr. Hernán Padilla y de Igualdad para participar de este importante foro. Igualdad rápidamente se esta convirtiendo en una efectiva organización de base y de derechos civiles, dispuesta a abogar por nuestra causa a través de toda la amplia geografía de nuestra nación. Igualdad está llenando un vacío que ha existido por demasiados años, y su trabajo hoy por hoy es más necesario que nunca.
Es un honor particular poder compartir y colaborar con el Dr. Hernán Padilla, quien ha sido uno de mis grandes héroes, literalmente desde mi niñez. Me recuerdo vivamente esas caminatas de campaña por el Viejo San Juan, acompañando al doctor con mis tíos; mi hermano y yo con mis primos –ninguno de más de diez anos- correteando justo detrás del candidato, a veces jalándole la guayabera, todos con banderines de la palma y de Hernán para San Juan. Momentos felices de mi infancia que sin lugar a dudas me enseñaron tanto sobre la importancia del compromiso y la participación cívica. Esas caminatas y mítines fueron para mí una escuela de democracia.
Quiero también reconocer al ex gobernador Carlos Romero Barceló, a quien también mis primos y yo perseguimos en numerosas ocasiones en caravanas y eventos políticos, y con quien tuve el honor de trabajar mano a mano en el Congreso cuando el servía nuestro pueblo como Comisionado Residente y yo como Director de la Administración de Asuntos Federales de Puerto Rico… Un saludo cordial a nuestro Comisionado Residente y presidente del Partido Nuevo Progresista, Pedro Pierluisi, quien está haciendo un trabajo extraordinario para avanzar nuestra causa.
Debo además expresar mi aprecio a mis amigos y colaboradores de Igualdad, el Dr. José Manuel Saldaña, y mi querida amiga de tantos años, colega de La Fortaleza, Annabel Guillen. Annabel se ha convertido en una verdadera co-conspiradora en el esfuerzo por buscar nuevas y creativas maneras de comunicar nuestro mensaje a nuestros conciudadanos en el continente.
A todos los oficiales electos presentes y a tantos buenos amigos y colaboradores en la lucha por la igualdad que se encuentran aquí presentes, gracias por su presencia.
Como hijo de inmigrantes, fue un honor cuando el presidente Bush me nombró Jefe de la Oficina de Ciudadanía de los Estados Unidos. Trabajar para fortalecer el proceso de naturalización de nuestra nación y para promover la integración de los inmigrantes que hacen de los Estados Unidos su nuevo hogar fue una experiencia extraordinaria que me hizo darme cuenta de lo excepcional que es la unión americana. No hay, ni ha habido, otros país en la historia, que esté tan abierto a la inmigración; a recibir a personas de todos los rincones del mundo, no para dejarlas vivir en su territorio, “tolerándolas” como “minorías”, sino para convertirlas en plenos ciudadanos de la nación.
Como jefe de ciudadanía, pude administrar el juramento de ciudadanía a miles de personas a través de la amplia geografía de nuestro país… Las ceremonias de naturalización son eventos solemnes, llenas de alegría y patriotismo, que demuestran que nuestra nación sigue siendo el principal faro de libertad e igualdad en el mundo.
En esos momentos, sin embargo, nunca dejé de maravillarme de la ironía de que mientras estas personas, con ese juramento, se convertían en plenos miembros de nuestra comunidad política, con todas los derechos y responsabilidades que esto conlleva, mis conciudadanos de Puerto Rico, que nacen ciudadanos, no gozan de la plenitud de derechos garantizados por la Constitución de los Estados Unidos. Consideraba además, que aquellos que se naturalizan en Puerto Rico, porque han hecho de nuestra Isla su nueva casa, adquieren una ciudanía reducida, de segunda clase.
Esos momentos no me llevaron a la frustración o desesperación, no obstante; sino, más bien, a reafirmarme en mi compromiso por logar la igualdad para todos nuestros ciudadanos y a darme cuenta con mayor claridad que la causa de Puerto Rico no es una que afecta meramente a los ciudadanos de la Isla; afecta a todos los ciudadanos de nuestra nación porque la falta de derechos de los ciudadanos de Puerto Rico mancilla la promesa americana de libertad e igualdad para todos, que precisamente celebramos en esas ceremonias de naturalización, y en la que se basa, después de todo, nuestra democracia; esa promesa que George Washington llamó “la causa de toda la humanidad”.
“We have it in our power,” decía Thomas Paine en su panfleto Common Cause, “to begin the world over again”, y, mas tarde, en The American Crisis: “We fight not to enslave, but to set a country free…”
Es por esto que nuestra constitución establece y protege una ciudadanía; no hay grados, no hay niveles, no hay clases. Lo que ocurre en Puerto Rico es una anomalía constitucional que deber ser corregida si Estados Unidos va ser fiel a los ideales de su fundación. No hay nada excepcional en una situación territorial que subyuga a los puertorriqueños a la soberanía del Congreso.
Nuestra nación nació como una republica, no un imperio. Los fundadores de la
nación lucharon una guerra de independencia porque Inglaterra no quería reconocer los derechos naturales de los súbditos de las colonias americanas. Más nunca hubiera ellos pensado que la gran república que surgió de la gloriosa revolución que comenzó en 1776, doscientos cincuenta años más tarde mantendría a un grupo de sus propios ciudadanos sin la plenitud de esos derechos naturales. Es una gran ironía, pero la realidad es que Estados Unidos le está haciendo a Puerto Rico lo que el Rey Jorge le hizo a las colonias.
Por eso al dejar la administración Bush y asumir la dirección del Latino Partnership for Conservative Principles, hice el compromiso de que trabajaría arduamente para convertir el tema de Puerto Rico en uno de importancia a nivel nacional; en uno de los asuntos claves de la agenda hispana de la nación; tan importante como el de la reforma migratoria.
Por cierto, para mi es inconcebible que el país y Washington le preste tanta atención al tema de la inmigración –atención que sin lugar a dudas merece- pero ignore por completo la crisis democrática en nuestra Isla.
En los últimos años, el Latino Partnership ha estado educando a nuestros conciudadanos sobre la crisis americana de Puerto Rico a través de cabildeo en el congreso, en Cámara y Senado, videos educacionales, columnas de prensa… y ahora, en colaboración estrecha con el Dr. Henan Padilla e Igualdad, desarrollando esfuerzos pro-activos de base y movilización. El año pasado lo comenzamos con una conferencia de prensa junto a Grover Norquist, uno de los principales líderes del movimiento conservador; Niger Innis, líder y portavoz de Teaparty.net, uno de los principales grupos del Tea Party; y el Dr. Richard Land, uno de los principales lideres evangélicos del país; haciendo un llamado a todos los conservadores a apoyar la estadidad para la isla; el pasado 19 de noviembre estuvimos en la escalinatas del Capitolio reclamando nuestros derechos, actividad que obtuvo significativa cobertura mediática a nivel nacional, y el pasado fin de semana estuvimos en CPAC, la principal conferencia anual de activistas conservadores, para educar a estos sobre la condición colonial de Puerto Rico y para exhortarlos a que se unan a nuestra causa.
Estimados amigos, estamos en un momento idóneo para encaminar a nuestro pueblo en un paso firme hacia la igualdad. El mito del ELA se acabó. Conozco muy pocas personas en Washington que hoy en día afirman que la Isla tiene un estatus especial, autónomo y cuasi-soberano. Estas “tesis” ya no persuaden a nadie en Washington. Hoy por hoy el consenso entre demócratas y republicanos es que la isla es un mero territorio y que, por lo tanto, está bajo la jurisdicción del Congreso a tenor con lo establecido en la Clausula Territorial de la Constitución de Estados Unidos. Todos entienden que el Congreso hace y deshace en Puerto Rico y que sus ciudadanos no tiene ningún decir al respecto. Así, de hecho, lo afirmaron diáfanamente los informes del grupo de trabajo de Puerto Rico bajo la administración del presidente Bush y bajo la administración actual.
La realidad es que los defensores de la retranca, de la colonia, se han quedado sin ideal que defender. Realmente, nunca lo tuvieron. Era una mera fantasía; pero el punto es que esa fantasía ya nadie se la cree en la capital. Y lo único que les queda a ellos para tratar de frenar nuestro progreso lento pero decisivo hacia la igualdad es el obstruccionismo. Su ideal es el no ideal; el tratar de frenar todo esfuerzo en Washington que conduzca a ponerle fin al martirio colonial para así mantener el status quo y poder vivir su fantasía macondiana y neo-nacionalista por lo menos en la isla. “Quizás nadie nos cree en Washington ni a nivel internacional,” piensan ellos, “pero si nosotros nos los creemos aquí en la isla, eso es suficiente para que sea verdad”. En fin, su propia versión del clásico cuento de hadas El Traje Nuevo del Emperador.
El fin de la fantasía del ELA en Washington no es un avance de poca monta, pero hay que reconocer que aún queda mucho por hacer. El hecho de que se acepte ampliamente que Puerto Rico es un territorio no significa que haya la voluntad política para ponerle fin a este.
Hay que reconocer que el principal obstáculo en el Congreso para acabar con la relación territorial proviene del sector más conservador del partido republicano. No creo, sin embargo, que este obstáculo sea insuperable.
La forma de atajarlo es reconociendo que nuestros esfuerzos hacia los republicanos tienen que ir mas allá de la oficialidad del comité republicano nacional. Y no estoy menospreciando estos esfuerzos. Creo que se ha hecho y se sigue haciendo un trabajo magnifico para conseguir el apoyo de las estructuras oficiales del partido republicano. Basta señalar que la plataforma del partido republicano consistentemente ha rechazado la condición territorial y apoyado la estadidad.
Pero el “establishment” es solo una parte del partido republicano; de la base republicana. Para ampliar el apoyo republicano debemos llegar a la base conservadora; debemos penetrar el movimiento conservador, desde el Heritage Foundation a los grupos del Tea Party, para explicarles y demostrarles que el déficit democrático de la Isla va en contra de los principios fundacionales de nuestra nación; que no se puede ser constitucionalmente conservador, que no se puede celebrar el excepcionalísimo americano, y al mismo tiempo no querer acabar con la situación territorial de Puerto Rico. Debemos llegar a ellos con una narrativa conservadora que haga eco de los ideales y aspiraciones de los padres de la nación. Eso es precisamente lo que hicimos en CPAC hace unos días.
El Tea Party no debe ser un obstáculo para nosotros; debe ser un aliado de nuestro ideal. El movimiento del Tea Party se formó para luchar contra la expansión desmedida del gobierno federal; para frenar la intromisión del gobierno en la vida de los ciudadanos y para defender la soberanía del pueblo ante la centralización del poder político en Washington. Les pregunto: ¿qué es el estado territorial de la Isla sino una imposición de la voluntad del gobierno federal sobre los ciudadanos americanos de la isla? El reclamo histórico del Tea Party ante el gobierno federal, plasmado en su bandera: “don’t tread on us!” No nos pisoteen” es nuestro mismo reclamo a Washington. Como ellos, pedimos que reconozcan nuestros derechos.
De igual manera, nuestra causa puede –y va- a encontrar gran apoyo en los sectores libertarios del movimiento conservador. El libertarianismo propone la primacía de la libertad de cada ciudadano. “Live free or die” declara el lema del estado de New Hampshire, conocido por su tradición libertaria que data desde tiempos fundacionales. Los ciudadanos americanos de Puerto Rico no solo no gozan de plena igualdad pero tampoco de plena libertad. No somos plenamente libres cuando no podemos votar por el presidente que envía a nuestros hijos a la guerra. No somos plenamente libres cuando leyes federales se hacen cumplir en Puerto Rico a pesar de que no tenemos representación proporcional y con voto en el Congreso. En última instancia, nos gobiernan desde Washington y esto contradice nuestra constitución y toda la historia de nuestra fundación.
A los conservadores deben señalarles que los casos insulares no fueron más que otro ejerció de activismo judicial del Tribunal Supremo; que los jueces del Supremo decidieron legislar desde el banquillo, inventándose una doctrina de territorios incorporados vs. no incorporados, que no tiene ningún fundamento en la constitución, con el único propósito de justificar el que el Congreso pueda gobernar a un territorio de ciudadanos mayoritariamente hispanos indefinidamente; sin encaminarlo, como se hizo con todos los territorios previo a la guerra Hispano-americana, en la ruta hacia la estadidad.
A aquellos conservadores que piensan que el estado de Puerto Rico solo elegiría demócratas, les recordaremos del padre del movimiento estadista, Don José Celso Barbosa, de los gobiernos de Don Luis Ferré y Luis Fortuño y de los cientos de republicanos que han sido electos a la legislatura y las alcaldías. Les dejaremos saber que los valores puertorriqueños son valores conservadores; que la inmensa mayoría de los puertorriqueños valora el derecho a la vida, la familia y la fe.
Y a los conservadores “culturalistas” que cuestionan si se puede admitir un estado en donde muchos no hablan inglés, les diremos que esto sencillamente no es un issue -no nos pondremos a la defensiva. Puerto Rico ya es parte de los Estados Unidos y de ninguna manera los ciudadanos de la isla ponen en riesgo la cohesión lingüística de la nación. Nuestros ciudadanos que sirven en el gobierno federal y en las fuerzas armadas lo hacen en inglés y todo negocio oficial del gobierno federal en la isla, ya sea en el Tribunal de Distrito o ante las agencias del ejecutivo, se lleva a cabo en inglés.
Y a los que les moleste que en nuestras escuelas y en el gobierno local el español sea la primera lengua de uso, les recordaremos que los conservadores creemos en los derechos de los estados según establecido en la décima enmienda y que este es asunto local que le compete exclusivamente al estados y no al gobierno federal.
Estoy convencido que si respondemos a estas dudas de algunos sectores de derecha con argumentos conservadores, cambiaremos la manera de pensar de muchos y conseguiremos su apoyo.
No obstante, aún si logramos ganar la batalla de ideas, todavía no lograremos alcanzar el ideal, sino transformamos la causa estadista en un verdadero movimiento de derechos civiles. El año pasado en una entrevista con el Nuevo Día dije que no existía un movimiento estadista como tal. Como era de esperarse, eso le cayó como un balde de agua fría a muchos. Pero, con esto, yo no quería decir que no hay líderes y organizaciones que trabajan activamente por la estadidad. Ciertamente, los estadistas contamos con un gran legado; con personas que han trabajado arduamente por lograr la igualdad para todos los puertorriqueños.
Lo que dije –y así lo refleja claramente el texto del artículo- es que no hemos formado una coalición estadista que una a todos los que trabajamos por la igualdad aquí en la Isla y a través de toda la nación, a pesar de nuestras diferencias de estrategia, estilos o afiliación política; que no hemos formado un movimiento amplio de base para presionar a Washington a actuar.
Todavía son muchos los que piensan que el ideal se va a lograr en un cuarto oscuro en el Congreso a través de la negociación de personas “con contactos” e influencia. Y no estoy diciendo que no sea importante contar con el apoyo y trabajo de personas con contactos e influencia. Pero, a final de cuentas, la estadidad la logrará el pueblo cuando se levante y se movilice, junto a nuestros conciudadanos en el continente para exigirle al Congreso que actúe.
No hay duda que los resultados del referéndum de noviembre del 2012 fueron históricos y tuvieron un impacto positivo. La mayoría de los ciudadanos de Puerto Rico enviaron un mensaje claro de que rechazan el territorio y que quieren la estadidad. Yo estoy claro: gano la estadidad.
Pero ganar aquí no es suficiente, sino podemos hacer el argumento político allá a favor de esos resultados.
Por eso, hoy, quiero hacer un llamado a la acción.
El pasado 28 de agosto celebramos el cincuenta aniversario de la histórica Marcha en Washington a favor de los derechos civiles de los ciudadanos afro-americanos de la nación. Más de doscientas cincuenta mil personas se congregaron al frente del Memorial a Lincoln para reclamar justicia e igualdad para todos los ciudadanos de la nación sin importar el color de la piel.
Fue en aquella ocasión que el Dr. Martin Luther King, Jr. proclamó que tenía “un sueño… de que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: ‘Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales’”.
Según la congresista Eleonor Holmes Norton, que en aquel entonces era parte del equipo organizador de la marcha, el objetivo del evento no era el que se escucharan grandes y motivadores discursos. Lo que los organizadores buscaban era movilizar un número significativo de gente para llamar la atención a la causa de derechos civiles.
En fin, no era argumentar o convencer su meta. No tenían que hacerlo. Ellos estaban del lado de la razón y la verdad. Lo que querían lograr era movilizar a cientos de miles de personas para presionar, para incomodar, a toda una nación ante el discrimen que vivía día a día una porción de la ciudadanía.
Me parece que esta es una gran y oportuna lección para aquellos que estamos involucrados en la lucha por conseguir la plenitud de derechos civiles para los 3.5 millones de ciudadanos en Puerto Rico a través de la estadidad.
El triunfo en plebiscitos, los proyectos radicados en el Congreso, los testimonios en las Naciones Unidas y las querellas en organismos como la Organización de Estados Americanos y la Comisión de Derechos Civiles de Estados Unidos, son todos esfuerzos significativos y necesarios para crear consciencia sobre el “déficit democrático” en la Isla. Pero, la realidad es que su impacto es limitado si no somos incapaces de organizar y movilizar a un número considerable de personas en Washington y en otras ciudades de la nación para que se manifiesten a favor de la igualdad; si somos incapaces de crear esa vocal y ruidosa masa crítica que haga imposible que el Congreso continúe ignorado la desigualdad de los ciudadanos americanos de Puerto Rico.
¿Por qué el reclamo de inmigrantes indocumentados recibe más atención que la causa de derechos civiles de los puertorriqueños que somos ciudadanos? Precisamente porque los que apoyan una reforma migratoria que legalice a los indocumentados han podido crear una coalición amplia que trabaja de una manera estratégica y que puede organizar manifestaciones multitudinarias en diversas ciudades de la nación, ejerciendo presión continua en los miembros del Congreso y la Casa Blanca.
Es hora de despertar y empezar a comportarnos como un verdadero movimiento de derechos civiles. Las puertas a la estadidad no nos las van a abrir. Las tenemos que abrir nosotros, empujando.
En este sentido, creo que Igualdad viene a llenar un vacio en el movimiento estadista. Igualdad puede ser el instrumento para unir a las fuerzas estadistas y construir esa coalición de base que lleve nuestro mensaje de justicia y libertad a todos los rincones de la nación. Esa coalición debe ser dirigida por los ciudadanos americanos de Puerto Rico, pero debe incluir a nuestros conciudadanos de los cincuenta estados; a personas de todas las persuasiones políticas; demócratas y republicanos, liberales y conservadores; “Ocuppiers” y “Tea Partiers”.
Ante el crecimiento exponencial de la comunidad hispana, que, hoy por hoy, es ya el grupo minoritario más grande de la nación, debemos establecer alianzas estratégicas con las principales organizaciones hispanas para reconozcan como suya la causa de los puertorriqueños. El trabajo que se ha hecho en LULAC, gracias al liderato de activistas comprometidos como Elsie Valdez y muchos otros, es un modelo, a veces no suficiente valorado, del apoyo que podemos lograr para nuestro ideal si estamos dispuestos a darle una mano a nuestros hermanos hispanos en el continente.
Yo incluso creo que el momento ha llegado para que el liderato estadista apoye activamente los reclamos a favor de una reforma migratoria que legalice a los más de once millones de indocumentados que hoy viven en el país. La mayoría de los indocumentados son personas buenas, honradas y trabajadoras que vinieron a los Estados Unidos con el único objetivo de buscar un mejor destino. Los indocumentados no son una carga para el país. Todo lo contrario: los necesitamos. Están haciendo trabajos que nuestros ciudadanos no quieren hacer o para los cuales no hay americanos de edad laboral para hacerlos.
Si apoyamos una reforma migratoria de una manera visible y continua –atando el tema de la reforma migratoria y el de la auto-determinación de Puerto Rico como dos temas hispanos de importancia nacional- nos ganaremos el apoyo y colaboración de cientos y miles de activistas a través de la nación a favor de nuestro ideal.
El movimiento estadista debe además trascender las candidaturas para puestos electorales. Deber ser un movimiento de pueblo que sea consistente, que tenga un compromiso a largo plazo sin ataduras exageradas a las figuras políticas del momento. En última instancia, debe depender de la bondad, fortaleza y autenticidad de nuestro ideal y del trabajo duro de miles de activistas en la isla y en el continente.
Yo soy de los que creo que las primarias en un partido son buenas. Son parte de la tradición democrática de nuestra gran nación. No le debemos tener miedo. Nuestro modelo político no debe ser el PRI de México. La dedocracia quizás es el modelo del Partido Popular, pero no el nuestro. Nuestro modelo deben ser los partidos a nivel nacional. La clave es que cuando terminen las primarias y surja un vencedor, todos se unan para apoyarlo.
Por último, es importante señalar que un esfuerzo de base, que busque organizar y movilizar activistas de una manera efectiva requiere apoyo financiero continuo. El Latino Partnership ha hecho un importante compromiso económico desde el año pasado para desarrollar esfuerzos de base. Igualdad también ha invertido en estos esfuerzos. Sin embargo, se necesita mucho más dinero para que la coalición que querernos formar puede hacer su trabajo efectivamente. Si en la isla podemos recaudar fondos para candidatos locales y nacionales, para actividades y anuncios a favor de un candidato u otro, seguramente podemos levantar una buena cantidad de dinero, en la isla y en el continente, para financiar los esfuerzos para adelantar el ideal que nos define. Recaudar fondos para la labor ideológica debe ser una prioridad continua del liderato estadista.
Estamos ante una coyuntura histórica. El régimen colonial se está desmoronando bajo el peso de una deuda pública gigantesca, la tercera más grande de la nación, después de la de los enormes estados de California y Nueva York. La incertidumbre de nuestro estatus político impide atraer la inversión que nuestra economía necesita para crecer y crear empleos. Y el estado benefactor establecido bajo la política territorial ha creado una cultura de dependencia que fomenta el colapso de nuestras familias y que tristemente promueve la criminalidad, la drogadicción y otros serios males sociales. Como resultado de esta crítica situación, nuestra población no está satisfecha y migra en números record al continente buscando una mejor calidad de vida.
Y, como he dicho, el consenso en Washington es que la Isla está sujeta a la soberanía del Congreso bajo un estatus territorial y que la mayoría del pueblo lo ha rechazado.
Es nuestra responsabilidad aceptar el reto que nos presenta la historia. Es hora que nuestra causa se convierta en un verdadero movimiento de derechos civiles para ponerle fin al territorio y para alcanzar la plena igualdad y libertad para nuestro pueblo que garantiza nuestra constitución bajo la estadidad.
En 1861, camino a Washington para juramentar como el nuevo presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln hizo una parada en Filadelfia, la cuna de la democracia americana. En un discurso, al frente de Independence Hall, en donde a penas cien años antes los padres de la nación se habían reunido para declarar la independencia de las colonias americanas, y más tarde para redactar la Constitución de los Estados Unidos, y antes de izar una nueva bandera americana que incluía varias estrellas adicionales representativas de los nuevos estados en ser admitidos a la unión, Lincoln proclamó con firmeza:
“Each additional star added to that flag has given additional prosperity and happiness to this country, until it has advanced to its present condition; and its welfare in the future, as well as in the past, is in your hands. Cultivating the spirit that animated our fathers, who gave renown and celebrity to this hall; cherishing that fraternal feeling which has so long characterized us as a nation; excluding passion, ill-temper, and precipitate action on all occasions, I think we may promise ourselves that additional stars shall from time to time be placed upon the flag, until we shall number, as was anticipated by the great historian, five hundred million of happy and prosperous people.”
Con la resolución del presidente-mártir y, como el nos recomendó; cultivando el espíritu que animó a nuestros padres fundadores, atesorando los sentimientos fraternales que caracterizan a nuestra nación, excluyendo todo apisonamiento, mala voluntad, y cualquier acción precipitada, organicémonos y tomemos acción para alcanzar nuestra propia estrella en la gloriosa bandera americana.
Reafirmemos hoy nuestro compromiso a no desfallecer, a no descansar, a no parar hasta que no alcancemos la plena igualdad para todos los ciudadanos de nuestra querida isla.
Muchas gracias.