Inseguridad Ciudadana–Renuncia de Sagardia-Urge nuevo enfoque y plan para prevenir y atacar el crimen y el narcotrafico. Articulo publicado en ENDI el 23 de noviembre sobre el mismo tema
Inseguridad ciudadana
Hernan Padilla
El saldo mortal de asesinatos en el país supera los 750. Aunque hasta el 31 de octubre se cometieron 3,606 delitos tipo I menos que a la misma fecha del 2008, se reportaron 8513 casos de “Violencia”, 746 “Asesinatos y Homicidios”, 2818 “Agresiones Agravadas”.
Advertí, meses atrás, el aumento substancial en la tasa de criminalidad, dado el descalabro económico y la quiebra fiscal del gobierno insular. Me quedé muy corto en cuanto al número de victimas inocentes cobardemente asesinadas por los narcos y sus cómplices en el lavado de dinero. El crimen, las balaceras, asaltos a mano armada, y narcotráfico son la orden del día en los barrios, urbanizaciones calles y carreteras del país. Los narcos devoran la vida de madres, mujeres, niños, jóvenes y ciudadanos en todos los rincones de Puerto Rico. Atacan de día, de noche, en lugares públicos y residencias privadas.
La primera obligación de un gobierno civilizado democrático es salvaguardar la vida y propiedad de todos los ciudadanos. Lamentablemente, las fuerzas de la paz y el orden parecen impotente ante la fuerza de los criminales. La Policía de Puerto Rico, integrada por miles de agentes, con un presupuesto multimillonario, entrenados, con armas largas, equipo moderno, transportación y comunicaciones y una unidad de inteligencia delictiva resulta impotente para derrotar el crimen organizado y los narcotraficantes.
El Superintendente Figueroa, un funcionario probo, incorruptible y de gran competencia técnica policiaca está solo frente al serio problema de los criminales. Brillan por su ausencia el Secretario de Justicia y el equipo de fiscales encargados de ofrecer apoyo y dirección a la policía insular. El Secretario de Justicia, invisible y mudo desde que juró su cargo, luego de la tragedia de Sabana Seca anuncia su inhibición a participar en la investigación del presunto cabecilla de la masacre por que hace años le defendió de seis cargos de asesinato, por los cuales se declaró culpable y sirvió una condena de solo 6 años de prisión.
El Secretario tiene que renunciar a su cargo. Endoso el comentario público del Presidente del Senado, refiriéndose a su inhibición: “invito al Secretario Sagardía a reflexionar sobre su cargo público”. Existe un claro e insalvable conflicto de interés público. El cargo de Secretario de Justicia no puede ser ocupado por un abogado criminalista que dedicó sus últimos 16 años a defender delincuentes. Un Secretario de Justicia es el principal representante del Pueblo, vía sus fiscales, ante el sistema de justicia penal. El cargo lo debe ocupar un abogado con excelente reputación como enemigo acérrimo de los delincuentes.
El buen gobierno, comprometido a atacar el crimen organizado, los narcotraficantes y los cobardes asesinos que matan “por ver la sangre correr” requiere un Secretario con amplia experiencia en derecho penal, preferiblemente como fiscal, armado con gran valentía y energía para investigar, arrestar y condenar los narcos y sus colaboradores financieros.
Hacienda, la Policía y Justicia deben tener los recursos legales para perseguir los narcotraficantes, y en particular crear una unidad de inteligencia contra el lavado de dinero “sucio” del narcotráfico. Urge crear una Sub-Secretaria en el Departamento de Justicia que le de atención exclusiva al crimen organizado; una división de inteligencia “criminal” de primer orden, eficiente y efectiva para darle seguimiento al dinero, de donde viene y a donde termina, y penetrar y destruir el crimen organizado de los narcotraficantes. La inseguridad se puede convertir en ingobernabilidad civil.
Un pueblo unido, hastiado, temeroso y aterrorizado por la matanza callejera cotidiana, reclama a los religiosos, lideres del magisterio, educadores y “lideres culturales” eduquen a la juventud sobre los valores que construyen una buena sociedad; no caigan presa de los narcotraficantes que le ciega la vida y la tranquilad de los puertorriqueños. El reto es de todos. Juntos, podemos encadenar el crimen.