Reclamo a los politicos y funcionarios publicos en Florida; columna publicada en El Sentinel 3/20/10

Reclamo a los políticos y funcionarios públicos

Hernán Padilla

Los casos más recientes de corrupción y violaciones de ética cometidos por dos gobernadores y dos congresistas en Nueva York, un congresista en Louisiana, la esposa de otro en Michigan y múltiples funcionarios públicos en Florida y el fraude cometido por empresarios privados como Madoff, Stanford y Rothstein son ejemplos del mal que corroe e intoxica la sociedad en todos los niveles sociales, es producto del imperio de los desvalores.

Los valores son una especial casta de ideales, conceptos etéreos y los rasgos que se consideran valiosos y representan las prioridades que motivan al individuo. Cuando nuestros padres se referían a los valores, pensaban en la bondad de una acción humana, la justicia de una ley o precepto jurídico y la equidad de una sentencia judicial. Ahora se habla de la utilidad de un objeto; importa más la ganancia que la integridad y honestidad.

La sociedad actual está cosificada, auto-engañada y deshumanizada, adicta al materialismo rampante de los últimos 25 años. Las “supertiendas” (malls) son la catedral metropolitana de la nueva fe: el irracional y desenfrenado consumerismo.

Los valores se aprenden. Cada ser humano los descubre en su interacción social y cuando incorpora su interpretación de lo que es valioso para la persona, su familia o la sociedad. Esta es la medula de la complejidad de los valores. La educación es fundamental en las sociedades civilizadas. Lamentablemente el sistema de instrucción abandonó su función de instruir ética y los valores que engrandecen al ser humano. Tampoco existe compromiso de muchas familias con la escuela de sus hijos, y el hogar, las comunidades y la sociedad ignoran su responsabilidad en el proceso educativo.

Las experiencias que moldean el carácter y la personalidad del ser humano fortalecen y a veces suprimen el conocimiento y el aprendizaje. La imagen y las acciones positivas o negativas de otros ciudadanos, amigos, familiares y funcionarios, o la televisión son un potente estímulo para la formación del individuo y de las “comunidades”. La sociedad requiere ciudadanos decentes, comunes y corrientes, que demuestren integridad, respeto, dedicación, credibilidad, honestidad, búsqueda de excelencia, calidad, dignidad, compasión, disciplina personal y generosidad.

La prensa y los medios de comunicación social responsables tienen  la obligación moral  de presentar a los miles de ciudadanos decentes de vida sencilla y virtuosa; ejemplos del buen vivir, de la buena convivencia; no de las llamadas celebridades que envenenan el tejido social. El desempleo, ausencia de actividades constructivas, la pobreza y la desigualdad económica son causa próxima del desbalance social y requiere atención especial.

La educación es la gran esperanza de auténtica renovación ciudadana. Se requiere un profundo cambio valorativo-cultural, fundamentalmente  educativo que enseñe y fortalezca valores positivos.

Muchos se lamentan a diario que las últimas generaciones perdieron los valores tradicionales. A todos los funcionarios públicos, políticos de turno y candidatos a puestos electivos debemos recordarles que “sus acciones tienen más peso que sus palabras”. Me uno a los que claman por vergüenza, honestidad, dedicación y rectitud en la política y el servicio público. El electorado tiene la obligación de remover a los políticos corruptos, egoístas, egocéntricos y tramposos que se venden al mejor postor. Hay que seleccionar candidatos íntegros y probos.

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