Ante la ola de criminalidad, urge implantar un plan comprehensivo de seguridad, corregir el “fenomeno de la ventana rota” y atacar el narcotrafico y el crimen organizado.

Urge plan de seguridad comprehensivo

Publicado en El Nuevo Dia, 01/25/10

Hernán Padilla

Nuevamente, Puerto Rico se convierte en el corredor humanitario americano del Caribe. Mientras el pueblo puertorriqueño se desborda a socorrer al pueblo Haitiano, aquí la violencia y el crimen alcanzan proporciones alarmantes. El 2009 reportó 10,492 actos de violencia y 894 asesinatos. En 24 días de enero, ya van más de 60 asesinatos. En contraste,  en los Estados Unidos los centros urbanos reportan una reducción significativa en los crímenes violentos, agresiones y asesinatos.

Los especialistas reconocen que el desorden en una comunidad, “el fenómeno de ventana rota”, promueve la conducta antisocial y abre las puertas al crimen. Una comunidad con ventanas rotas, vehículos abandonados, propiedades vacantes, y basura en los alrededores ahuyenta los buenos ciudadanos y le ofrece “vía libre” a los criminales. Tomar acción contra los que cometen ofensas y delitos menos grave reduce el crimen. La mayoría de los delincuentes son los mismos que cometen robos, crímenes violentos, asaltos a mano armada y agresiones agravadas.

Ese es el peligroso cuadro que requiere atención urgente en Puerto Rico. Cuando las instituciones y el gobierno no toman las acciones necesarias para detener la tragedia que acosa a la comunidad, los asesinos establecen la ley de la jungla. Impera la violencia. Las víctimas indefensas huyen; miles emigran buscando tranquilidad y seguridad. Otros miembros débiles de la sociedad, no cooperan con las autoridades, se unen o imitan a los que imponen su estilo de vida violenta y se convierten en criminales contra familiares, amigos, vecinos y desconocidos.

Crear las condiciones para darle al puertorriqueño la esperanza de un mejor futuro es responsabilidad de todos. Urge trazar planes a corto y a largo alcance que tomen en consideración todos los factores sociales que promueven la violencia. Me uno al clamor para darle prioridad y buscar solución a los problemas sociales: desempleo, pobreza, drogadicción y educación. Simultáneamente, el narcotráfico y el crimen organizado merecen atención inmediata y decidida.

El narcotráfico es el crimen organizado en acción. El narcotráfico y el crimen organizado, alimentado por la corrupción gubernamental y de ciudadanos privados, merece atención especial para garantizar la vida y los derechos de toda la población. Mientras se  buscan e implantan las soluciones sociales y económicas para devolverle la estabilidad y seguridad a Puerto Rico, urge tomar acción ejecutiva robusta, rápida y proactiva para atacar el narcotráfico, el crimen organizado y la corrupción en todos los niveles de la sociedad. El pueblo no resiste más castigo mortal.

Lamentablemente, el país está polarizado ideológicamente. Las victimas inocentes pertenecen a todas las ideologías y partidos. Las instituciones cívicas y religiosas, los partidos políticos, la prensa y los medios de comunicación tienen que apoyar al gobierno en la guerra abierta al narcotráfico, responsable de muchos de los asesinatos reportados.

Estoy convencido que Luís Fortuño le devolverá el orden y la paz al país, pero el gobierno viene obligado a desplegar una guerra vigorosa y sin cuartel contra los narcos y el crimen organizado. En la misma manera que se respondió rápida e inteligentemente ante el fuego de CAPECO, hay que actuar ante la emergencia mortal de la plaga criminal que azota el país. Hay que imprimir sentido de urgencia. Todas las agencias del gobierno tienen una responsabilidad especial para el éxito de un Plan de Emergencia de Seguridad.

El ciudadano indefenso exige  que el gobierno ponga fin al síndrome de la “ventana rota” de una isla ensangrentada por los cuatro costados. El gobierno tiene la responsabilidad constitucional primordial de garantizar la seguridad a sus ciudadanos. Esa es la principal responsabilidad. Ignorarla nos convierte en cómplices de los que atentan contra la vida, la propiedad y el derecho a la búsqueda de la felicidad. El fracaso y la inacción no son opciones.

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